De igual modo que nuestro admirado Francisco bebía los vientos por su Chica del Póster (mientras Morgan Freeman le conseguía un martillo de gemas), cada varón que se precie se ha dejado encandilar al menos una vez por mero instinto visual. Muy aburrido había que estar para leerse la entrevista de Natalia Estrada en Interviú, si en la misma página posaba enseñando la merendola para nuestro deleite ocular, así que tanto daba si prefería gatos o perros, si su escritor favorito era Michael Ende o se había pasado el Tumblepop sin continuar. El noble arte de enseñar carnes que tantas alegrías proporciona a propios y ajenos y al que, guiados por las máximas a nadie le amarga un dulce y este plató queda como muy vacío, tanto se ha recurrido a lo largo de nuestra historia televisiva moderna.

Olviden simpatías y rollos macabeos, las protagonistas de este artículo están para hacer bonito y fin del temario. Y por tanto merecen su rincón tanto en nuestros corazones como en esta santa web. Así que venga, que comience el desfile sin más dilación:

Vosotros veis cacha. Yo, tacones con calentadores.

Vosotros veis cacha. Yo, tacones con calentadores.

Las Secretarias (1,2,3… responda otra vez)

Que no les engañe la nostalgia o ese aire de culto finolis de Chicho Ibáñez Serrador. Un señor que fuma puros, siempre y cuando no sean de Altreche, es por definición un miramuslos de aúpa. Las azafatas o secretarias de 1,2,3 estaban para lo que estaban: adornar. Cuando no llevaban disfraces acordes con el tema de un programa en concreto, iban con el tipo de atuendo que hacía perlar de sudor la frente de Paco Martínez Soria. Como hubiera sido muy soso presentar simplemente los regalos que los concursantes iban descartando en la subasta, te plantaban a las secretarias haciendo el gilipollas alrededor. ¿Que perdían un juego completo de bádminton? Pues hala, a hacer como que jugamos. ¿Que perdían quinientos pañales cagados? Venga, a taparse la nariz y agitar la mano como diciendo uf, vaya tela. En casos adversos, como el coche o el apartamento, lo mismo daba que estuviera dentro Silvia Marsó fingiendo conducir o la Filarmónica de Viena demostrando lo espacioso que es el nuevo Citroën AX, que el disgusto era mayúsculo. En cuanto a sus otras funciones, ya me dirán cuántas personas hacen falta para llevar la pajarita de Pepe Da Rosa al presentador para que lea la correspondiente tarjeta, y ya puestos, si es que el propio Pepe es tan estirado que no la lleva él mismo en un momentito y ya de paso desea suerte a los concursantes, que seguro que les hace más ilusión que una chicuela que ya tienen más que vista. También se encargaban del conocido y ultra-parodiado Han sido trece respuestas acertadas a ciento seis pesetas cada una… ¿Qué falta hacían cuatro o cinco personas para hacer una simple multiplicación, y encima con calculadora, si además sólo hablaba una de ellas? Sus otras funciones eran presentar a los concursantes, Fernando y Paqui, cuñados y residentes en Gandullas y ofrecer las preguntas en una bandeja, lo mismo que el abnegado Ambrosio y los Ferrero Rocher. O sea, como pagar un sueldo a tu primo el inútil por grapar cuatro informes diarios.

Diversión para toda la familia. Los vestiditos, lirili lirili

Diversión para toda la familia. Chica, tápate, que se te ve el pan de ajo.

Las del Telecupón

Lo de este programa es para mear y no echar gota. Tele 5, del que por supuesto vamos a hablar largo y tendido, era como el avestruz de los huevos de oro. Fue capaz de convertir algo tan sosainas como es el sorteo de la ONCE en un hito indiscutible de televisión, debido en gran parte a la etapa de Carmen Sevilla y sus continuas salidas del tiesto. A mucha gente por menos la meten en un asilo. Pero me voy a limitar al tema que nos ocupa, el del mujerío porque sí, porque las tías buenas venden y un acueducto hace romano. Cinco chicas muy peripuestas, por turnos anuncian qué dígito van a sacar, miran a cámara y sonríen, pie adelantado a lo retrato regio, manos detrás de la espalda y leve meneíllo de cintura a lo “cantar la tabla de multiplicar” mientras el bombo gira y gira. Algunas veces el bombo hace una parada en falso, se atranca y sigue girando, y la chica no tiene más remedio que volver a mirar a cámara y sonreír como si no pasara nada, mientras reza a Dios para no hacer alguna cagada como tirar la bola o pronunciar cuatdo. Luego desfila hasta la mesa donde Durán y otros señores con corbata dan fe con cara de haba, rematando tan solemne ritual. En cinco hogares españoles, cinco madres se ponen a hacer la cena muy orgullosas de sus respectivas niñas, las más guapas de todo el barrio, que salen en la tele y reparten alegría. Al menos no están por ahí robando ni matando, y además Hitler era peor.

Viva el tanga sobaquero

Viva el tanga sobaquero

Mamá Chicho (Tutti Frutti / Humor 5 Estrellas)

Serán las primeras que a muchos de ustedes han venido a la cabeza al leer la entradilla del artículo. Mujeres florero por excelencia, estas seis italianas eran el buque insignia de aquel Tele 5 al que los ingeniosos pre-twitter llamaban Teta-5, irrumpían en el plató del chocante programa de humor Tutti-Frutti (y posteriormente, en el escaparate cañí Humor 5 Estrellas) para cantar la tonada que les daba nombre, instando al manoseo y posterior besuqueo a un tal Chicho, supongo que para ganarse un puesto como secretarias del 1,2,3. Después las muy golfas le iban con el cuento a sus respectivas madres, así que el pobre Chicho se debía de llevar más hostias que un puesto de muñecos. Casos como estos son los que acaban saliendo en Madrid Directo con las palabras La Violencia de Género se cobra otra víctima y los vecinos diciendo que No se imaginaban nada, era gente muy tranquila que saludaban siempre cuando te los encontrabas por la escalera. Las Mamá Chicho dieron lugar a desfiles de auténtica vergüenza ajena, por ejemplo convocando a una caterva de pobres diablos en una especie de concurso para conquistar a su Mamá Chicho predilecta, demostrando sus cualidades en diversos campos como bailar una lambada, hacer reír a una chica (sin ponerse la corona de cartón del Burger King) o morrearse con una silueta dibujada en un cristal. También hubo sitio para las niñas que quisieran ser Mamá Chicho (para solaz del Duque de Feria, los vestiditos, lirili), concurso al que por lo visto se presentó Saray, la subcampeona de Gran Hermano 11 y que junto con su relación sentimental con el gran Gerardo Práger ya le da para una biografía la mar de jugosa.

El Kiwi tiene premio, pero me quedo con la Piña

El Kiwi tiene premio, pero me quedo con la Piña

Chicas Chin-chin (¡Ay, qué calor!)

Más Tele 5 en sus inicios, aunque aquí se dejaban de paños calientes y directamente enseñaban las tetas franco-fábrica, en un concurso que parece sacado de un Leisure Suit Larry. Cada chica Chin-chin, nada que ver con las gafas de Leo Romaní o el madrileño salón recreativo que había enfrente de La Melonera, representaba una jugosa fruta que, al término de su breve rutina musical, podía ser escogida por un concursante. Entonces se repetía el estribillo, se abrían el chalequillo y zas, peras al fresco. La idea era que si resultaban llevar un distintivo en los pezones hacían ganar al concursante un dinerillo, pero a los espectadores nos tocaba premio siempre, lirili lirili. Yo idolatraba al Arándano (en Colpo Grosso, la versión italiana, que fue la primera que se emitió), hasta tal punto que llamaba gilipollas a los concursantes si no la elegían; eso sí que era un sufridor en casa. Pero es que en ¡Ay, qué calor! no escatimaban en desnudos, porque el objetivo era comprar las prendas de unas strippers y ganaba el que más despelotaba (o algo así, comprendan que lo único que recuerde claramente sean tetas y culos). ¡Si hasta los concursantes se desnudaban cuando se quedaban sin dinero! En mi casa se hizo famosa una tal Ornella, concursante italiana tan zopenca que terminó quedándose en bragas y que tenía unas berzas como cascos de nazi. Yo tenía grabado ese programa y el momento en que se quitaba el sujetador me hizo sacar todo el partido a mi vídeo: cámara rápida, cámara lenta, atrás, pausa… me pasé más horas circunvalando esa escena que con cualquiera de SuperCinexin, y es que por mucho que me gustara ver a Popeye comer y escupir las espinacas, las tetas de Ornella eran insuperables.

Are you eating it or is it eating you?

Con menos culo también se caga

Cacao Maravillao (VIP Noche)

Y si las italianas enseñaban pierna, las brasileñas no iban a ser menos. Yo les voy a confesar que a mí las negras nunca me han atraído lo más mínimo, y que incluso cuando salía alguna en una peli porno tiraba de Fast Forward sin miramientos, así que pasaba de este cuarteto como de comer alfajores, que diría mi amigo Alejandro. Esta vez, la excusa para meter chicha en cada programa sin tener que variar letras ni coreografías era anunciar un producto ficticio, el Cacao Maravillao, supuesto patrocinador de VIP Noche, esa especie de tres en raya en el que había que adivinar si la anécdota que contaba Miguel Caiceo sobre el congrio panameño era verdadera o falsa. Les aseguro que soy absoluto defensor del humor racista, pero lo de comparar a los negros con chocolate me parece merecedor de una somanta de hostias tanto hoy como a inicios de los 90. Total que de pronto sonaba la melodía y estas cuatro aparecían vestidas de carnaval, meneaban el culo a ritmo de samba y acto seguido se largaban, como cuando cogías una propina en el Tapper. Comenzó a circular por aquel entonces la siguiente versión alternativa: “Cacao Maravillao, me pica el culo, me lo rasco y arreglao…” Poco a poco, a una de las chicas se le concedió la frase recurrente ¡¡Tengo mieeeeedo, Emiiilio!! que decía con voz gallinera mientras Emilio Aragón hacía el pollaboba. Algo parecido gritaban los vecinos de la Ronda de Atocha cuando las obras del Circo Price les rajaron la fachada de sus casas.

4 Sombras de Grey

4 Sombras de Grey

Las Oquettes (El Gran Juego de la Oca)

Por lo visto a Emilio Aragón le gusta el barullo o sufre de agorafobia, porque a poco que puede llena hasta el último rincón del plató con cacha turgente. En esta ocasión, ocho mancebas con mucho colorido y una coreografía digna del flipao aquel de A Por Todas (¡¡dedos espirituales!!) amenizaban el concurso más largo y tedioso de la historia de la televisión, que nos brindó escenas tan memorables como Lydia Bosch (a la sazón, ex-secretaria del 1,2,3) pegándose un costalazo a lo Hanna-Barbera o Emilio Aragón a punto de vomitar mientras Miguel de la Quadra-Salcedo mascaba alegremente unos gusanos. Las Oquettes, aparte de dar paso a publicidad y celebrar que un concursante cayese en determinadas casillas, todo ello cantando y bailando, vivían su punto álgido en la prueba Beso o Tortazo, en la que con una sola frase el concursante tenía que predecir su destino inmediato. Eran frases del estilo Ayer me pusiste como una moto… que desembocaba en algo como ¡Toda la tarde apoyada en una farola! ¡Menudo plantón! Y trasca, mamporro al canto. Aunque por lo general amagaban más que dar, me consta que alguno se llevó un buen soplamocos. Cuando el concursante era una chica, el que se llevaba el beso o el tortazo era Emilio Aragón. ¡Discriminación sexista! ¡Homofobia! ¡Estroncios y megavatios! ¡Pan y circo, señores!

You're tearing me APART!!

You’re tearing me APART!!

Las Glu-glús (Uno para Todas)

A mediados de los 90, Tele 5 nos sorprendió con una versión corregida y ampliada del mencionado concurso de ligarse a una Mamá Chicho. Una docena de mancergos sin ningún sentido del decoro se sometía al escrupuloso examen de DOSCIENTAS mujeres, siendo eliminados fase a fase hasta que sólo quedaba uno, que se alzaba con el título de favorito y podría tirarse el pisto en su barrio (relativamente) hasta que el kurgan saliera a su encuentro. Los otros once habrían hecho el ridículo más bochornoso para nada, por mucho que siempre se diga “no importa, me lo he pasado fenomenal”. Como cuatrocientas tetas no eran suficientes y este era un programa con espíritu veraniego y, por tanto, de un festivo que asustaba, ocho bailarinas (algunas ex-Oquettes) nos ofrecían sus números musicales que iban de picaruelo a picantón, todos ellos en riguroso playback. Además eran las encargadas de ejecutar las sentencias, empujando a la piscina a los peleles menos votados de cada ronda, de ahí lo de glu-glú, por el ruido que el concursante hacía al hundirse en el agua y el que haría luego empinando el codo en la taberna, preguntándose en qué momento cambió, como Saruman, la razón por la locura.

¡Pumba! ¡Que hay niños delante!

¡Pumba, que hay niños delante!

Las chicas de Gil (Las Noches de Tal… y Tal)

Aquí sí que no había vuelta de hoja. Ni simpatía, ni talento, ni carisma ni mierda empanada, esto eran las típicas florianas en bikini dorando la píldora al mafioso de turno en el jacuzzi. Si hasta Biff Tannen tenía unas en el 1985 alternativo, no iba a ser menos su homólogo español, Jesús Gil y Gil, en pleno apogeo por aquel entonces. Mientras Don Jesús daba rienda suelta a sus soflamas políticas sobre sociatas facinerosos y embusteros, las mocencas estas se limitaban a mirar a cámara, sonreír y esconder lorza, que de aquello iban tan bien servidas que daba gloria verlas, como dicen las abuelas de los bebés gordos. Claro que al lado del presidiente del alieti hasta María del Monte hubiera pasado por chica Bond.

Luego no le deja ir con minifalda a los toros

Luego no le deja ir con minifalda a los toros

Los Clubes (Goles son Amores)

Mediante pasodobles, griterío garrulo y un auténtico muestrario de mocencas, Manolo Escobar desglosaba la jornada de fútbol con ayuda de dos auténticas periodistas deportivas con solera: Inma Brunton y la histriónica Loreto Valverde, que por supuesto vestían cualquier trapito cómodo y discreto, todo entre mucho griterío de los forofos uniformados que componían el público, todos con pinta de no resolver ni las sopas de letras del Pequeño País. Vamos, que sólo faltaba un porrón de tinto y un purito para completar la imagen de macho ibérico sudao que tenía Tele 5 del futbolero español, así que no es de extrañar que Don Pantuflo quisiera apartar a sus nenes de ese mundillo de vicio y mala vida. Para anunciar cómo había quedado la clasificación tras la jornada, se ofrecía un desfile de tías buenas, cada una de ellas vestida con una versión “aliviada” del uniforme de un equipo, haciendo el chorra con un balón en el que se veía los puntos que llevaba y cuidando de hacer rebotar bien las tetas al irrumpir en plató. Y ahora es cuando sale Súper Ratón y avisa que aún hay más, pues entre tanto soserío caucásico aparecían meneando el bullanga ni más ni menos que las Cacao Maravillao, toma ya crossover. Ojalá hubieran metido también a las Mamá Chicho, las Chin-chin y las del Telecupón y las hubieran enfrentado, por ejemplo, al elenco de El Estado de la Nación en una especie de Secret Wars.

Por el otro lado es un calendario de Talleres Cosme

Por el otro lado es un calendario de Talleres Venancio

SPS (Crónicas Marcianas)

Encuentro redundante meter tres bailarinas en un programa en el que todo el mundo era susceptible de subirse a la mesa y pegarse un remeneo en plan Chicha, la punk de los tebeos. Su función más destacable, aparte de motivar el evidente hal-la cha-val, están pa hacerle un favor, era hacer bulto en los previos del programa, cuando uno estaba tan ricamente viendo Gran Hermano a ver si echaban a Fresita de una puta vez y de pronto había un corte a publicidad y aparecía el Sardá en plan pasillero adelantando las parvadas de las que iban a hablar en su programa. Mientras tanto Carlos Latre hacía alguna imitación trilladísima, Boris chillaba como un tenedor que araña un plato y las chicas sonreían y medio bailaban en plan nene, qué marcha llevamos. Luego en el programa bailaban con cualquier excusa, incluso cuando daban paso a un invitado, aunque fuera el periodista más seco y abigarrado, en un Tele 5 que ya apostaba por el público levantándose a bailar el politono del momento.  Para cubrir el repertorio baboso elemental había una pelirroja, una rubia y una morena (que se llamaba Marbelys, menudo nombre de mala de Buffy), más de lo que podría ansiar un Don Hilarión cualquiera.

Eran cinco, pero Alatar y Pallando se perdieron en el este

Foto de gran calidad

Las Coristas de El Semáforo

Por mucha orquesta en directo que hubiera, el hecho de poner a tres coristas bien visibles, en todo lo alto, en un concurso en el que lo más musical que salió fue un policía simulando una trompeta con una servilleta y un peine, me parece un verdadero desperdicio. Vale que se ganaban un sueldo tan dignamente, pero el bochorno de verlas ahí intentando llevar el ritmo de “O Caldo de María sabe mal” cantada a dos voces por Cañita Brava era tremendo, más propio de cuñada pavisosa que se desmelena con dos copas de lambrusco que de bailarín profesional. Pero ahí estaba Chicho, tocando cada vez más. Las chicas, muy monas, eso sí, una de rojo, una de ámbar y otra de verde y sin repetir color de pelo entre ellas (ya pueden decir más que Vanilla Ninja), siempre sonrientes y acompañando cada actuación con un bailecillo estándar que las hacía parecer el público de un combate de Street Fighter II.

Se merece más el Oscar que Heath Ledger

Se merece más el Oscar que Heath Ledger

La Chica de los Comodines (3×4)

Susana Egea se dio a conocer en el concurso 3×4, que alegraba mis sobremesas a finales de los años 80 (entre otras cosas porque amaba con fervor a Julia Otero). La chicuela en cuestión, con un airecillo a Brigitte Nielsen, se escondía aparentemente desnuda tras una enorme barrera de comodines, que eran la cantidad de cagadas que un concursante podía cometer antes de volver a casa con el premio de consolación universal, es decir Habérselo pasado fenomenal que hemos citado más arriba. A cada prueba o pregunta fallada le seguía un plano de Susana con cara picarona tirando un comodín. Cuando caía el último, se descubría qué disfraz llevaba, generalmente salido de la misma sastrería que las secretarias de Ibáñez Serrador, o sea, más bien sugerente. Les aseguro que en mi casa aquello era un auténtico acontecimiento, fíjense bien la tontería, y estábamos deseando que el concursante perdiera para ver con qué atuendo nos sorprendía (y porque somos una panda de cabrones). Mis hermanos sostienen que la primera vez la chica apareció en bolas y que fue un escándalo, pero también me dijeron que en el tallaje de la mili te pesan los huevos con una cuchara y yo me lo creí como un pariolo, así que comprenderán que dude de su palabra.

Voy a comprar vocal, así deslumbro a la moza con mi poder adquisitivo

Voy a comprar vocal, así deslumbro a la moza con mi poder adquisitivo

Paloma la Giraletras (La Ruleta de la Suerte)

Para concluir el siguiente recital, un caso actual y mucho menos flagrante, pero digno de ser comentado. En los inicios de este concurso en España (bajo el título La Ruleta de la Fortuna) el panel a resolver estaba formado por unos cimborrios giratorios que realmente necesitaban que alguien los girase cuando algún concursante atinaba la letra que había detrás. Aparte, entre la ausencia de público en plató y el aire triste y frío de las primeras producciones de Antena 3, realmente se agradecía una chica mona luciendo pierna y sonrisa mientras Atilano valoraba las ventajas de comprar una vocal y que aplaudiera cuando se resolviera el mantecao. Actualmente, entre que el panel es una pantalla y que el plató está abarrotado con ese público bocatero que tiene toda la pinta de ser de los van a festivales de cine fantástico y aplauden cada vez que muere alguien, la chica sirve para lo mismo que un ascensorista: pulsar un botón y aguantar las ocurrencias de los que pasan por allí. Esperemos que tenga la misma suerte que Harriette Winslow y alguien le ofrezca su propio programa.

Así, con tan atractiva propuesta, pongo fin a este cariñoso homenaje a la cacha y el muslamen televisivos, escotes, canalillos, caderas y taconazos. Y en esta época en que disfrazamos la censura de solidaridad y la envidia de amor propio, yo les invito a adoptar el lema que grita Nathan Lane a Uma Thurman en Los Productores: ¡Si lo tienes, lúcelo!