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Wally Week (from Pyjarama) 13-10-05

La descubrí en un cine de verano. La reencontré cuando mi padre trajo a casa las que serían nuestras cuatro primeras películas en vídeo. La he adorado durante años. Es memorable. Es adictiva. Es delirante. Y ahora, tras años de silencio, se reedita en DVD TEEN WOLF (adornada en España con la frasecilla "De Pelo en Pecho", qué risa Basilisa), una oda a la autosuperación, el trabajo en equipo, los valores familiares y la licantropía (que es, sinceramente, lo que salva a esta cinta de ser una trillada ful de Constantinopla).

A las Castores de Beacontown el primer partido de baloncesto de la temporada no les va nada bien: el equipo macarra por antonomasia, los Dragones (el nombre favorito de las agrupaciones malévolas ochenteras: no olvidemos a los Dragones Amarillos de El Chico de Oro o a la Banda del Dragón Despeinado de Superlópez), los están aplastando como España a Yugoslavia según Los Nikis, 12 a 71, nada menos. Lo cuál nos extraña, dado el impresionante quinteto que el equipo local despliega, en el cuál destacan la menudencia Scott Howard (Michael J. Fox), claro antecesor de Chicho Terremoto, y Chubby, el típico gordinflas de peli adolescente, Mark Holton, merecedor de una estrella en Sunset Boulevard por sus intervenciones en "Agárralo como Puedas" (es el tipo que grita "Enrico Palazzo ha salvado a la reina), "Leperchaun", "Las Aventuras de Rocky y Bullwinkle"… y ¡Sorpresa! "Gacy", en la que interpretaba nada más y nada menos que al maníaco Payaso Pogo.

 

Scott, sintiéndose mediocre, se plantea dejar el equipo, pero tanto el entrenador Finstock (una especie de Enrique Simón que no para de mascar chicle y da consejos como: "Nunca duermas menos de doce horas, no juegues a las cartas con un tipo que se llama igual que una ciudad y no te acerques a una mujer que lleve una daga tatuada en el cuerpo; si sigues esas reglas, lo demás no tiene importancia"), como su amiga "Boof" (Susan Ursitti, una joven promesa del cine adolescente que se quedó en "promesa electoral", y no llegó a cuajar), la típica guapita colada por Scott con quien él no se plantea nada, y su padre, Harold (James Hampton, a quien se vio en otros títulos como "El Gato que Vino del Espacio", "Rebelión en las Ondas" o la exitosa estupidez número 5 de la Academia de Policía), le animan a continuar.

En toda película adolescente que se precie, tiene que haber un supuesto bellezón por el que el protagonista se mata a gayolas. En esta no iba a ser menos y, para contrastarla con Boof (que es morena), tenemos a la rubia semi-tonta y aspirante a actriz Pamela. Por alguna razón, los americanos relacionan el nombre completo con un putón arracimado, mientras que utilizan la abreviatura, Pam, para chicas encantadoras como la novia de Ben Stiller en "Los Padres de Ella" o la mayor de los detectivescos hermanos Hollister. La golfirris de turno (una tal Lorie Griffin, que aparte de salir un par de veces en "Autopista hacia el cielo" y repetir papel de rubia florero en otras dos ocasiones en títulos tan atractivos y desconocidos como "Aloha Summer" y "Cheerleader Camp", no volvió a mostrar su perfil griego), como es natural, pasa de Scott, entre otras cosas porque sale… atención al giro dramático…¡Con Mick, el capitán supermacarra de los Dragones! Qué pequeño es este mundo… (y el nivel de esfuerzo de algunos guionistas…)

Para terminar de complicar su atormentada existencia, Scott sufre el acoso del subdirector Thorne (Jim McKrell, otro fracasado), que la tiene tomada con él sin razón aparente, aparte de la obvia, que es que en una película de estas características siempre hay un subdirector hijoputa dedicado a dar por saco al protagonista. Aunque luego resultará que todo viene de atrás, en un enfrentamiento que tuvieron él y el padre de Scott por una mujer (igual que Pimpinela con Dyango, pero con hombre lobo de por medio; que Dyango aúlle es elección suya, no tiene nada que ver con ciclos lunares ni maldiciones hereditarias).

¿Qué nos falta? Efectivamente, el relevo cómico. Esta tarea corre por cuenta del auténtico héroe de la película (si no contamos a Chubby, claro está): STILES (el señor Jerry Levine, damas y caballeros, que ha dirigido episodios de series de éxito como Joan of Arcadia, Mr. Monk o The Twilight Zone - en el 2002, eso sí - y que dejó su estampa como actor en delicias de la talla de "Águila de Acero" y "Nacido el Cuatro de Julio", convirtiéndose pues en uno de los actores favoritos de Michael Moore, suponemos). Hoy día, este personaje sería ostiable, pero dado su encanto ochentero y la variedad de prendas con que nos deleita (a destacar las gafas de surf en plan Buzzman, o las camisetas con consignas tales como "Qué estás mirando, naripolla" o "La vida apesta, y encima te mueres") , así como grandiosas frases de la talla "He oído que el señor Murphy, el profesor… se pilló la minga con un aspirador", y su momento de máximo esplendor, cuando hace "surf urbano" sobre la furgoneta de Scott a ritmo de Surfin' U.S.A., no podemos sino adorar a este personaje y aplaudir cada vez que sale, llenando la pantalla (aunque no literalmente, como el ya mencionado Chubby). Su reacción ante la monstruosa transformación de Scott consistirá en forrarse vendiendo merchandising lobuno; tal maniobra (sin contar con un evidente parecido físico) nos hace pensar en una posible relación familiar con Javier Cárdenas. Sólo que no me imagino a Carmen de Mairena encestando un Alley-Oop.

Tras numerosos e hilarantes síntomas, como poder de oír los ultrasonidos de un silbato para perro, o conseguir que le vendan un barril de cerveza poniendo los ojos de color rojo semáforo y una voz que haría que Leonard Cohen se hiciera pis en la colcha, nuestro héroe empieza a sufrir una transformación frente al espejo, durante la cual, aunque los efectos dejan bastante que desear, compartimos la angustia del pobre chico al ver cómo su cuidado mullet desaparece en pro de un peinado más lupino, mientras su cara se infla y desinfla como la trama de Santa Bárbara, y todos los indicios que hemos visto anteriormente se deciden a juntarse al fin, convirtiendo a Michael J. Fox en el hermano pequeño de Chewbacca.

Resulta que ni tan siquiera para eso el pobre Scott es original: le viene de familia, (como la napia a los Borbones) y muchos antes que él lo han sido. Pasado el cabreo inicial, su padre le explica que, aún con algunos problemas (como por ejemplo, las complicaciones al comer queso fundido), convertirse en hombre lobo supone tener un gran poder… y lo habéis adivinado: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Atención a la frasecita, espero que Stan Lee haya mirado a otro lado todos estos años (imagino que es más inteligente que yo, que la he visto al menos quince veces), o la bronca va a ser sonada.

La puesta de largo tiene lugar durante un partido contra los Cadetes de Mitchum, dando nuestro héroe rienda suelta al poder que su padre le comentó: tener un doble que juegue bien el baloncesto y al que, convenientemente maquillado, pueda hacer pasar por él. Resultado: como mete canastas, la gente no sólo no sale echando ostias, presa del pánico, sino que aplauden hasta el dorso (algo así como sacar un 01 en la tirada de cordura y tirarle galletitas a un Perro de Tíndalos). Para alivio de Scott, un monstruo jugando al baloncesto sí es una idea original e innovadora, ya que Roberto Dueñas no saldría a la luz hasta siete años después.

Lo que en sucesión lógica ha de pasar es que Scott se convierte en el héroe del instituto. Gana todos los partidos (con lo cual, el público empieza a interesarse por el baloncesto), todo el mundo le admira, le ofrecen un pequeño papel en la obra de teatro de la escuela, mejoran sus notas y lo más importante: se pasa a Pamela por donde el Coloso de Rodas se pasaba los barcos.

Aunque lejos queda el final feliz: su amigo Lewis (un personaje irrelevante, el Quique de la peli, al que hemos visto de pasada un par de veces) no quiere hablar con él, pues al parecer le tiene miedo (normal, que es un hombre lobo!!! Alguna persona tenía que reaccionar lógicamente!!!). Boof pasa bastante de su peludo trasero. Su padre está indignado por el Uso Indebido de Licantropía, que está llevando a su hijo a ser un payaso presuntuoso. Sus compañeros de equipo empiezan a cansarse de correr de un lado a otro de la cancha, sin tocar siquiera el balón (y pensar que Ronaldo cobra por esto mismo).

El subdirector y Mick todavía lo putean más si cabe, y Pamela le explica que el polvete ha sido muy diver, pero que su condición de pérfida de la peli exige que siga saliendo con Mick. Por tanto, Scott se queda sin pareja para… (lo echabais de menos, lo sabéis… algo faltaba) ¡¡¡¡¡EL BAILE DEL INSTITUTO!!!!! (Boof acudirá al rescate, y por si ser un hombre lobo daba poco el cante, el chico elegirá un traje que haría que Crockett y Tubbs lo detuviesen de inmediato, así que viendo su condición del más chulo de la fies peligrar, Mick buscará pelea).

Scott ha aprendido la lección: siendo el lobo no es él mismo. La fama es vacua, vana, falsa… es una ramera que bla bla bla (el típico discurso que dan las estrellas que se pegan el castañazo, sobre todo aquellas que achacan el hecho de que se hayan puesto hasta las trancas de coca por "la fama"), así que decide no transformarse más (algo que Michael Jackson podía haber hecho a tiempo, lástima que la única lección que aprendió de esta peli fue que los monstruos dan espectáculo) ha decidido que jugará la final contra (cómo no) los Dragones sin transformarse. El equipo empieza a jugar como nunca; la razón (y el parchís de Los Simpson): estamos al final de la película y la moralina no funcionaría tan bien si los Dragones les dieran una zurra de 10 Pares en la Escala de Cojones. Chubby (quien por cierto, se da un aire a mi cuñado) consigue el primer triple de su vida que no va con patatas y refresco grandes, y de paso nos damos cuenta de que TODOS los partidos del campeonato se juegan en el gimnasio de los Castores de Beacontown (imagino que para ser "el equipo visitante" hay que ir con el meñique tieso, o algo así).

Llegamos al emocionante desenlace: a diez segundos para el final, los Dragones ganan por un punto, Scott avanza con el balón y Mick se lo lleva por delante. Dos tiros libres. Esta vez sin ojos rojos ni perrito que le ladre, Scott los anota (con la inevitable cámara lenta del último tiro, como para darle emoción, que demasiado sabíamos que iba dentro, hombre), el gimnasio se viene abajo (metafóricamente, aunque a estas alturas hasta tendría gracia que se desplomase encima de todo el mundo y la peli acabase en tragedia griega) y a Belén van los Castores. Para rematar la faena, Pamela se dirige a los brazos de su príncipe mediometro (todos sabemos que las chicas malas prefieren a los ganadores), quien ni siquiera se para a decirle "San Joderse está en la Ermita", sino que va directo a los brazos de su amada Boof. Y precisamente, "BOOOOOOF", es lo que resoplamos cuando salen los títulos finales y hemos sobrevivido el visionado de TEEN WOLF.

Como es natural, la fórmula trataría de ser reexplotada años después. Huyendo del mímino par de detalles originales de su predecesora, la llamada TEEN WOLF II sitúa la acción en la universidad (lo que hace que la presencia de veinteañeros no sea TAN vergonzante), donde Jason Bateman (de "Los Hogan") es Todd Howard, el primo de Scott, que va a seguir sus mismos lupinos pasos, sustituyendo baloncesto por boxeo. Repiten papel James Hampton (anda, como el cerdito de Tiny Toons), interpretando a Harold Howard y el entrañable Mark Holton como Chubby. Aunque también encontramos otros personajes conocidos, caso este el del entrenador Finstock y un descafeinado Stiles (Stuart "Hoyuelos" Fratkin, que probablemente os suene por ser Abe, uno de los mellizos alienígenas de la serie "Llegaron del Espacio"). La verdad es que en esta se pasaron, porque es prácticamente una fotocopia de la anterior (aunque Scott no te llega a dar asco, y Todd sí que se vuelve tan gilipollas que le acabas cogiendo tirria), y salvo la entrada triunfal de Chubby vestido de esgrimista y la versión de "Do You Love Me" de los Contours que se marca el lobo, no hay nada que merezca la pena. Pero darla, sí que la da.

Lo que sí fue una sorpresa, y sería un ser indigno de esta web si no lo mencionase, fue la adaptación de las aventuras de Scott Howard a la pequeña pantalla, un año después: TEEN WOLF, LA SERIE, divertimento animado Made in Hanna-Barbera, que llegaría a nuestro país de la mano de CAJÓN DESASTRE, el programa presentado por Miriam Díaz Aroca (su único trabajo televisivo respetable, ya que después vendría el "Un, Dos, Tres" y de ahí una caída en picado; mirad, mirad la serie que hace ahora). Una cabecera de las que marcan época, con una animación psicotrópica de un hombre lobo "cool" dibujado con plastidecor marcándose un baile, y la pegadiza canción "Teen Wolf, que quiero aullar" daba paso a un producto cuyas únicas similitudes con la película eran los nombres de sus personajes (aunque cualquier parecido - físico y anímico - con los originales era pura coincidencia, para empezar porque Scott era más alto que otros personajes) y la habilidad con la que se puede coger un manojo de tópicos y apretujarlos hasta hacer una pelota que resulte comercial.

La trama de cada episodio seguía este esquema: viene de visita un familiar de Scott (aquí vive hasta con sus abuelos, para que haya más lobos que es lo que mola); crea problemas consciente o inconscientemente; Scott se transforma en hombre lobo para arreglarlo (¿?), mientras Boof y Stiles (que aquí es el típico pelele en plan Eric, el de Dragones y Mazmorras) le echan una mano; Mick y Pamela (aquí ella es una chula y él un patán arrogante, nada macarra) sufren tropiezos, ridículos y humillaciones por estar donde no les corresponde; todo se resuelve y finalmente el miembro de la familia Howard vuelve a su casa habiendo aprendido una valiosa lección cargada de moralina. La misma formulita funcionó de 1986 a 1989, año en el que la productora anunció que la serie ya no salía rentable (entre otras muchas cosas porque a la gente le empezó a molar más "Regreso al Futuro") y decidieron reciclar los escenarios para producir otros cincuenta episodios de Scooby Doo, serie que se ha fotocopiado a sí misma desde el inicio de los tiempos.

Y para colmo, Chubby no salía. Pues menuda mierda.

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