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HUMOOOR AMARIIILLO

José Viruete 8/7/04

Nota del autor: Durante este artículo me referiré a cualquier ciudadano asiático como "chino", como homenaje al programa.

A los chinos les gustan las hostias. Está demostrado. Sólo hay que fijarse en invenciones como el kung-fu y las demás artes marciales, el Street Fighter, el hara-kiri, los kamikazes o el programa que hoy nos ocupa. De este afán oriental por los golpes se pueden sacar muchas conclusiones, que dejaremos en manos de un sociólogo. Yo me voy a centrar en lo que fue uno de los programas más importantes de la historia de la televisión.

En Japón, los concursos estrafalarios donde los concursantes eran torturados cual preso de Ilsa, la loba de las SS, eran ya el pan nuestro de cada día. El mismo Chicho Ibáñez Serrador nos descubría a mediados de los 80 el espacio nipón Endurance, destinado a medir el umbral de dolor o aprensión de los concursantes. Las pruebas eran tan estimulantes como ser bañados por excrementos de mono y cosas similares. La gran aportación de Humor Amarillo, a finales de los 80, estaba en su desarrollo blanco, sin escatología ni cosas asquerosas. Simplemente, chinos haciendo el tonto en una suerte de parque de atracciones bizarro al que me gustaría ir, y no a esa mierda de la Warner.

El espacio basó su éxito internacional en dos premisas muy sencillas y que han sido apuntadas anteriormente. Chinos y hostias. Una ecuación sencilla. A la gente le hace gracia los chinos, y le hace gracia la gente dándose tortazos, el más básico de los mecanismos del humor. Si unimos estas dos cosas tenemos una fórmula imbatible para las televisiones de todo occidente: chinos dándose hostias. Supera eso, Globomedia.

La historia de un niño de verdad que se transformó en muñeco.

El nombre original del show era Takeshi's Castle, en homenaje a su creador, Takeshi Kitano, que antes de convertirse en carne de gafasdepasta se dedicaba a hacer el mongol con cosas como ésta. Si es que en la vida hay tiempo para todo, que es de lo que no se enteran algunos. Cuando Kitano abandonó el programa, los responsables tuvieron la genial idea de poner a un chino cualquiera con una cabeza gigante con la forma del antiguo presentador y santas pascuas, que es seguramente lo que hará Telecinco el día que se vaya Sardá (si es que llega tal día).

El reportero total ya existía antes del Mississipi. Como mucho el Urrialde hubiera sido El reportero parcial.

Junto a él estaban una serie de personajes que comentaban las incidencias y hacian chistes variados. Vestidos con trajes tradicionales japoneses, aquí no nos enterábamos de nada de lo que decían. De hecho, Telecinco optó por cortar la mayoría de apariciones de Kitano y sus compañeros para dejarnos simplemente las pruebas, aunque ya puestos, podían haber cortado algunas de las más aburridas y dejarnos sólo con las mejores.

El objetivo del programa era asaltar con éxito el castillo de Takeshi, defendido por sus pintorescas tropas. El ganador de todas las pruebas se enbolsaría un millón de yenes. El general (Napoleón, según el doblaje hispano) solía recitar un discurso de ánimo a sus soldados voluntarios, cien japonenes con ganas de darse leches, para subir la moral. Éste era su principal papel, además de dar la salida de las diferentes pruebas con aquel grito de "HITEK!" o algo así. A lo mejor decía "Hi-tech", pero no tiene mucho sentido, a no ser que estuvieran hablando de la tecnología que usarían en un hospital de Kyoto para sanar sus contusiones. Los sacrificadossoldados salían entusiasmados a grito de su mantra particular, "Kongorima", traducido aquí acertadamente como "me la voy a pegar.

Viru y Adso jugando al voleyplaya.

Entre las fuerzas que se oponían a los chinos estaban, principalemente ese trío de lujo que eran El Pelanas, El calvo y El malvado occidental, que hacían acto de aparición en diferentes pruebas, y mostraban unos modales similares a los de los malos de Commando. Según las diferentes pruebas también podían enfrentarse a otros villanos, como El grano de café, El gafotas enclenque (como muchos de los lectores de esta web), el Samurai gigante, etc... Todos con la misión de eliminar o entorpecer a los sufridos nipones, que sólo querían llevarse un dinerito para alimentar a sus pobres familias.

"¿Qué hago aquí cuando podría estar en casa con la Play2?", se lamenta el frik.

En cuanto a las pruebas, eran tantas, y tan variadas, que es absurdo intentar comentarlas todas en una web como ésta. Para ello, os podéis dirigir a páginas como ésta o ésta (en inglés), donde están sumarizadas y comentadas todas. Yo destacaré mis favoritas cuando veía el programa.

El laberinto del chinotauro: existía en dos variedades, con habitaciones hexagonales o cuadradas. El pelanas y el calvo hacían de las suyas impidiendo que los concursantes llegaran a buen puerto. Una vez salió una tía disfrazada de Goku. Por si no os lo imaginábais, el objetivo era encontrar la salida.

Las puertas: tan sencillo como ir eligiendo cual de las puertas era la que se podía atravesar. Una lotería, como los penalties. Los costalazos que se metían los chinos al embestir con toda su fuerza contra una puerta de madera claveteada eran superlativos. En ocasiones incluso llegaban a derribar la puerta de madera, cual Hulk oriental.

Las zamburguesas: la favorita de España, y una de las más repetidas, hasta el punto de estar medio quemada. Se rataba de elegir que piedras eran seguras y cuales eran de corcho mientras se atravesaba un río. Mientras que algunos optaban por la precaución, la mayoría lo hacía por la velocidad y la improvisación, con cómicos resultados para nosotros y cataclísimas consecuencias para sus dentaduras. El fondo del lago de las zamburguesas tiene que estar de dientes como la Fontana di trevi de monedas.

El circuito de Hirohito: lo más parecido a un videojuego. Consistía en recorrer un circuito en el cual había que esquivar unas bolas, lanzarse con un muelle a una piscina de ladrillos de goma, tirarse de una cuerda... todo ello compitiendo contra un bichejo que había arriba: en el caso que él llegase antes, el concursante era eliminado.

El dominó: prueba velocísima y abundante en tortazos. Sencillamente, correr por encima de unas fichas de dominó gigantes. Normalmente, tras hacer caer la primera, el participante estaba fuera de combate.

Mención de honor a otros dos juegos que recordaréis todos: Los cañones de Nakasone y Terremoto en Yamamoto, que no sé por qué, pero me hacía mucha gracia.

Por contra, también había muchas pruebas que no había quien aguantara, como la del Karaoke, confeccionada a base de melodías populares en la tierra del sol naciente pero desconocidas en nuestra piel de toro. Otra sin especial interés era la de los cinco agujeros, en dos de los cuales se escondían un par de monstruos que eliminaban a los concursantes. Los otros tres permitían pasar a la siguiente prueba.

También solía ser algo aburridica la prueba final, en la que todos se subian en una suerte de carricoches disfrazados como vehículos futuristas para dispararse con pistolas de agua o una suerte de rayos fotónicos con el objetivo de eliminarse. Ni todo el monte es orégano ni todo el Humor Amarillo eran golpes.

Como he dicho, el concurso era severamente mutilado en su versión hispana, para hacerlo más entretenido, y en lugar de doblar a los actores y concursantes, eligieron poner a una par de graciosos (uno de los cuales era el hijo de José Luis Coll) para que hicieran los comentarios. Con desigual fortuna, me temo: eran capazes de tener un par de ocurrencias geniales, pero a cambio tenías que tragarte cincuenta mil paridas de un nivel semejante al de Los Morancos, para que se hagan una idea

En mi clase de gimnasia también decíamos lo de "Hitek". En serio, eh.

El gran acierto de esa pareja de humoristas fue desarollar una serie de muletillas y personajes habtituales. Así, si veíamos a un chino vestido de rojo, era rápidamente indentificado como El chino Cudeiro, en homenaje a su técnico de sonido, y que definían como una "mezcla entre chino y gallego". Si por el contrario iba totalmente de amarillo no tardaban en adjudicarle el apodo de Yema de huevo, en homenaje a... una yema de huevo.

Aún así, la elección fue acertada, ya que los comentaristas anteriores fueron Cruz y Raya dentro del espacio Tutti Frutti, con unos comentarios tan graciosos como limpiar la jaula de King Kong. Afortunadamente la sección tuvo tirón como para convertirse en un espacio independiente y librarse de los Sihayqueirseva. Hace unos años, el Canal Palomitas de Vía Digital emitió los programas íntegros y con un nuevo doblaje (más o menos como el anterior) con lo cual pudimos enterarnos por fin de la verdadera estructura del programa.

Es una lástima que en esta televisión nuestra de hoy, donde se nos llena la boca de expresiones como "humor inteligente" (utilizada, normalmente, por gilipollas) o "tv de calidad" (para hablar de cosas como UHF) no hay lugar para un programa como el Humor Amarillo, que sigue teniendo tanta o más vigencia que en su primer día de emisión. Las hostias nunca pasan de moda. Y los chinos, tampoco.

 

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